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vitibici. EL VITIBLOG

VITIMONTAÑISMO. Subida a los Siete Picos.

VITIMONTAÑISMO. Subida a los Siete Picos.

Arranca  la mañana con esbozos de resaca pasajera. Un zumo de naranja corto y media pastilla de termalgín. La trago mecánicamente, sin protocolo.  Me dispongo a abrir la ventana de mi in-habitación y corro hacia el baño: un chorro de agua fresquito me explota en la cara. En la mochila sólo introduzco el palestino invernal, la cazadora con capucha, mi chubasquero, un litro de agua, salami al vacío y unas gafas de sol descoloridas. El aire fresco se apodera de las aristas de mi cuartucho y me largo silbando hasta llegar al Cercanías de Renfe. Destino primero: Atocha.

 

M y L llegan una hora más tarde de lo acordado, ya casi ni me acuerdo de la resaca. Del mal el menos: me he encontrado el suplemento dominical sobre economía del diario El País. He leído que Solbes fue un gran ministro, alguien dice que de no ser por él, España sería un agujero todavía más profundo de lo que ya es. Ummm. El periódico repasa sus primeros éxitos con el gobierno de González y sus innegables aciertos en los años de bonanza de Zapatero. Estoy ensimismado con la capacidad del ministro cesado. Y yo pensando en irme al monte.

Cuando aparecen mis amigos nos disponemos a continuar la espera, ahora en común, para el siguiente tren. Destino segundo: Cercedilla.

Y de Cercedilla al cielo. ¿Hay algo más evocador que un paisaje a través de la ventanilla del tren? En vista panorámica se disponían, retadores, los Siete Picos de la Sierra de Madrid, justo enmarcando la línea de entrada del puerto de Pijiesqui de Navacerrada.

Ya en el comienzo de la ascensión, todavía en asfalto, los pinos albares poblaban la ladera de arriba abajo en una procesión inagotable de figuras esbeltas y altaneras.

Debido a mi equipación deprimente (mis últimas botas de montaña se terminaron de reventar clavando estacas entre el raso castellano) me mojé los pies desde el mismo momento en que comenzamos a pisar nieve. Y así fue durante casi cinco horas. Un bocadillo de salami en lo alto de un pico, cualquiera que éste sea, siempre es más delicioso que cualquier crema de roquefort con almendras arrugadas y amargas, por muy exquisitos que se pongan nuestros estupendos gourmets.

Las figuras de las rocas en lo alto parecían construcciones megalíticas, fortalezas medievales, inexpugnables murallas defensivas. El blanco níveo casi te dolía cuando te quitabas las gafas de sol para clavar los ojos en el horizonte.

El cielo estaba limpio, a ratos, y el viento, que en los collados siempre sopla viril, arrullaba a las nubes corretonas que te soltaban agua o granizo sin contemplaciones. Eso o desaparecían mostrando un azul casi virginal en lo alto. Unos buitres negros dibujaban garabatos en el vacío y se reían de los pasos torpes del montañero entre la nieve.

Cumbres y panorámicas. Desde arriba observas pueblos, lomas y pantanos con la misma facilidad con la que pasas las páginas de un álbum de fotos viejas.

El descenso. Cuantas cosas dirían, si se las prestara voz, las rodillas sobre las malditas bajadas de una montaña. La nieve eterna dificulta la seguridad en tus propias piernas. El pino sigue acompañando. Ya no es esbelto y altivo, ahora se muestra robusto, casi marcial en lo alto de la loma. ¡Que árbol este!, capaz de conquistar los suelos más pedregosos, los más hostiles y empedrados. Y de adaptarse al medio mudando sus formas tantas veces como fuera menester.

Siempre que desciendes por una montaña algo queda de ti en las huellas que abandonas, en la cumbre que culminaste, en las lomas que te hicieron detenerte para recuperar algo de hálito errante.

Y al tornar a la ciudad, en medio del crepúsculo, justo cuando has vuelto a montar al tren y echas un último vistazo atrás, los Siete Picos se muestran tan arrogantes como los habías encontrado por la mañana, y tú estás tan fatigado y tan estúpidamente feliz que ni siquiera te da tiempo a meditar sobre ello. El vino en el bar del pueblo, peleón, sabe tan rico como el mejor de los Riberas. Salud!

 

Todo sea por el vitimontañismo.

2 comentarios

raul -

esa sección vitisenderista, que no se diga¡¡¡¡

Alpinista -

Animo con esas montañas!!