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vitibici. EL VITIBLOG

NA RUA DO VIÑO PORTO

NA RUA DO VIÑO PORTO

 

Una vez más vuelve el pasado. Una vez más regresan a la mente recuerdos, emociones antiguas nunca olvidadas, tan solo guardadas en un pequeño rincón de mi propria alma. Esta vez, los recuerdos que regresan en forma de reencuentros tienen un lugar especial, en una cuidad muy preciosa, melanconica pero no triste, de los ritmos lentos, pero nunca aburridos.

 

Esta cuidad es mi tierra, como es mi tierra aquella que piso todos los dias desde que estoy en Madrid. Es mi tierra evidentemente mi querida Lecce, mi querido pueblo, mi hermoso Salento. Las tierras son de todos y de nadie al mismo tiempo. Viajar, sin duda, ayuda a abrir los orizontes de la mente. Todos debemos viajar, todos debemos conocer, explorar los infinitos lugares sin pensar que esos nos pertenecen desde siempre y para siempre. Viajar ayuda a ser más rico, y si riqueza significa ser cuidadano de infinidas plazas, calles, rincones de esa tierra; si ser rico significa compartir momentos importantes con gente venida de cualquier parte del mundo; si ser rico significa aprender todas las lenguas que existen; perderse en unas noches europeas, ojalá americanas, hablar con un sin hogar, ofrecerle tu bebida y tu sonrisa, o mejor, un poco de tu tiempo, pues, soy contento de ser un pobre vagabundo como suelen considerar los ignorantes a la gente de sentimientos infinitos.

 

En este momento me encuentro en Oporto por unas vacaciones con mis nuevos compañeros de vida (Pietro, Camila, Ruben, Ana) y me voy a reencontrar con algunos de mis amigos del “pasado” y de siempre (Joao, Bruno, Sara, Daniel). Los amigos, o mejor dicho la amistad, aquella vera con la “A” maiuscula no conoce barreras culturales, linguisticas, de color de piel, de religión. La amistad sincera, aquella  que acompaña este viaje bajo los nombres de los que ya mencioné está dispuesta a mutar, a mezclarse, a renovarse. Está hecha para no dudar y no tener miedo de expanderse, de abrirse a los demás. En este viaje, los viejos amigos y los nuevos de este “melanconico viajador” se conocen y se encuentran dentro de esta cuidad por el animo generoso y de un rostro bellissimo.

 

Oporto es la casa del rio Douro; es la casa de los puentes que juntan una orilla a la otra del mismo rio; es la casa de las gabiotas que despiertan los sentidos matutinos; es la cuna de un rico vino que se deja beber por su espontaneidad y delicadez. Oporto es la casa de las “Ruas” que suben y que bajan; es la la cuidad de las iglesias de los ladrillos azules como el mar y el cielo que las toca; es la tierra de la musica y de la arte profunda y pasional.

 

La sensación que se tiene paseando por la “Ribeira do Porto” es magica, sobretodo por la noche cuando tu mirada se pierde en las luces que se encienden y acarician el asfalto umedo por la lluvia; en esas mismas luces que se estrellan en el rio que desde arriba parece un oceano de llamas.



La cuidad de Oporto tiene pues, dos bancos, los dos al mismo tiempo juntados por seis puentes que todos los dias se dejan atravesar por gente en coche, tren, bici. De una parte a otra, pasando por la zona de las “CAVES”, espacio divino donde bodegass centenerias proponen un viaje al descubrimiento de todos los secretos del gustosisimo viño do Porto.

 

La cueva de Vasconcellas de propriedad de  la omonima familia, que produce esta riqueza desde el 1879, ospita un grupo multicultural (brasileros, italianos, chilenos, españoles) ansioso de asaborar este rafinado Porto de las varias tipologias y gradaciones. La mujer que nos entroduces dentro el “palacio real” de su majestad el Porto, nos cuenta, en su sinuoso y claro portugues, las “raices” del vino, el largo recorrido que hace desde la cepa hasta la bottella. Remarca las caracteristicas principales y reveladoras del blanco seco, del dulce, del tinto, de la reserva, del L.B.V. (Late Battled Vintage) y del delicadisimo y precioso Vintage. Distintas calidades para los mejores amantes del vino. En verdad, no hace falta ser un gran conocedor de Vino para beber Porto; es necesario simplemente acojerlo con amistad y confianza en el proprio paladar.

 

La expocición de la cueva termina con la consuetudinaria degustación, donde el grupo de amigos se siente aún más cerca, gracias a un hilo colorado de rojo que no tiene miedo de las diversidades, que promete bondad y paz a quien está dispuesto a ofrecerlas.

 

El vino no es una bebida alcolica, es más sencillamente sangre de Dios, en el sentido más profundo de la palabra. Es producto del sacrificio de la gente laboriosa, que  pacientemente sigue acuradamente, desde el nacimiento hasta la cosecha, las suertes de las viñas. Los buenos productos piden sacrificio, trabajo duro, sudor, cansancio y dolor. Todos los sabios y sabias, hombres y mujeres que nos permiten beber este esquisito vino, por lo tanto, merecen un respeto y un reconocimiento tanto grande como aquello que se merece Dios.

 

La ruta del vino es un experiencia fantastica, es una oportunidad para acercarce a la cultura de un pueblo y  de una tierra. Conocer los segretos y las genuididad de la tierra, es como conocer más en profundo el alma de la gente que de esa tierra es su hija.

 

 El viaje en busca de las raices del Porto no termina en la cuidad, sino que avanza hacia la región donde todo empieza. Es como si, todo lo que en la bodega del vino nos contaron, no nos satisfacia completamente. Por esto, animados por un espiritu de compañerismo y de aventura, mis fieles amigos y yo decidimos de seguir la ruta del vino hacia el norte de Portugal.

 

Alquilar un coche, seguramente ayuda la buena intención de no perderse ningun detalle del fabuloso panoarama rural. Viñedos vastisimos se mezclan con estupendos arboles de olivo que renden el paseo un placer para los ojos. Flores violetas, amarillas, verdes y rojas contribuyen a dar alegria a una jornada de primavera. Arboles de sabrosas naranjas atiran la atención del viajador que sin frenos se concede furtivamente a recojerlas. Vias que suben y que bajan rapidamente a lado de rio Douro dan una sensación de mareo, de miedo. Pero, es una sensación agradable ya que, caer o atropellarse en esta maxima explosión de la naturaleza significa sentir los sabores y los perfumes de lo incontaminado, de la “pobreza” y  riqueza de lo sencillo que es capaz de ofrecer reparo a los sentidos demasiado trastornados por los ruidos de la megalopoli.  

 

Después de casi unos cientoveintes kilomotros, que cruzan este escenario describido, y pasando por tranquilos pequeños pueblito,  se llega a Pinhao, en verano,uno de los lugares más turisticos de la zona del vino. Llegar a ese pueblo es como entrar en otra dimensión espacio-temporal. Todo suena a sencillez, a ternura, a fresqueza, a paz. Un residente  trabaja su jardin a lado del ferrocarril,  donde tiene  plantadas  patatas que crecen lentamente y se concede a cambair unas palabras en portugues. El silencioso tren llega en la pequeña y bellissima estación y recoje los pocos viajeros que lo esperaban. Un hostelero, viendo a un grupo de visitantes, les pregunta –delicadamente y con una vena de melanconia- si necesitan pasar la noche en su demora. Un perro solitario, nos hace compañia hasta la orilla del rio que nos ve observadores de su estupendo orizonte.

 

En esta tierra tan linda y generosa, riqusima de viñas que empiezan  a rellenar y colorar  las colinas donde crecen, los viajeros se dejan afacinar del protagonista asboluto de este paraiso: el vino do Porto. Sentados encima de un banco de piedra, con un hilo de tristeza debida a la conciencia que este maravilloso viaje portugues va a terminar, nos concedimos el ultimo trago que la botella nos regala. El sol está casi para esconderse detrás de las colinas; una breza marina sopla sobre nuestros ombros; el rio  se hace más oscuro, y la noche está casí por llegar. Es tiempo de despedirnos de esa tierra, de su  vino, de la bondad de esa gente, de la belleza de los paisajes.

 

Un dia regresaremos,  gracias Portugal.

 

1 comentario

Roberto -

Que grande, Gianfranco!!! Tienes un sentimiento vitibici muy marcado.