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El roque de los dos hermanos

El roque de los dos hermanos

Cuenta una leyenda que un risco del Parque Rural de Anaga, en el norte de Tenerife, gimió de dolor la noche que dos hermanos (guanches) se tiraron al vacío para suicidarse. Los jóvenes, ella y él, estaban enamorados y, ante la prohibición de su amor, subieron a lo alto y se lanzaron al vacío. Nunca pudieron unirse los dos amantes. Y el risco, entonces, se desgarró en un quejido seco y quedó partido en dos trozos casi gemelos.  Desde entonces, se conoce como “el Roque de los Dos Hermanos”.

Desde lo alto del camino que une la cruz del Carmen con la Punta del Hidalgo, en el noreste de la isla, el caminante puede observar la majestuosa imagen del “risco triste” y meditar sobre la verdad que toda leyenda esconde. Al fondo, aparece un atlántico intenso y conciliador, sereno en su inmensidad.

A través de los caminos de roca volcánica, el caminante descubrirá la laurisilva canaria, que según los entendidos se trata de un bosque subtropical caducifolio. La temperatura media anual se mueve entre quince y diecinueve grados. Parece ser que los bosques de laurisilva antes se daban en toda la franja mediterránea (hace veinte millones de años) pero hoy día sólo se conservan, a modo de valiosas reliquias, en los archipiélagos de Azores, Madeira y las propias Canarias. También queda un pequeño reducto en el parque natural de los Alcornocales (Andalucía).

En medio de bosques y amantes despeñados, al caminante (obviamente) se le abre el apetito. Pues un escaldón de gofio a mitad de camino es lo que el cuerpo pide. Sobre el gofio ya hablaré otro día, que da para un rato. Aviso del pueblo canario: quien venga a Anaga y no pruebe su escaldón se está perdiendo su esencia, como una paella sin azafrán, vamos.

Al final del camino, en la Punta del Hidalgo, las piscinas naturales aguardan al caminante. Uno sólo tiene que sumergirse en esa agua salada pero dulce, porque el risco de los dos hermanos queda atrás, omnipresente.

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