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Senderismo

Anaga, Senderos de Poesía

Anaga, Senderos de Poesía

A 30 minutos en guagua desde la estación de la Laguna comienza la ruta que a continuación voy a relatar:

 

La mañana despertó en forma de orballo (como dicen los Galegos) chirimiri o calabobos. Es extraña la sensación de recibir los primeros compases del día sin el chorro de luz que acostumbra a inundar las paredes del salón de casa. Pero, lejos de arredrarme, agarré el chubasquero y la mochila, dispuesto a seguir conociendo los pasadizos secretos que esta isla mágica ofrece al caminante despistado. La ruta se improvisó desde la carretera. Son tantos los senderos que el noreste de Tenerife ofrece que no es importante organizar la jornada. Basta con echar a andar.

Mi más que dudosa capacidad de orientación hizo que perdiéramos el rumbo en los primeros compases del pateo. Pero esto, lejos de suponer un problema, sirvió para que pudiéramos deleitarnos con una huerta magnífica rebosante de hojas de aloe vera gordito y esponjoso. Vamos, que mi compañero se agenció un par de ellas. Crecen los pimientos, los aguacates o las papayas con una exhuberancia tal que uno no tiene más remedio que detenerse e imaginarlos maduros y en una cesta de mimbre.

Una vez recuperada la linde (que dirían en mi pueblo) y con las nubes metidas, literalmente, en los bolsos de nuestros pantalones, el camino se forró de una laurisilva lujuriosa y ancestral. Las hojas se convertían en flores abiertas.

 

 

 

El monte de Anaga es un clásico rompepiernas. Un constante subibaja que tan pronto te adentra entre laureles y flores como te descubre chumberas, riscos y dragos en transiciones instantáneas. Dicen por aquí que, más que a la lluvia (que también llueve) la humedad de estos parajes se debe a que los vientos alisios ejercen una concienzuda influencia que dota de una humedad constante a  las laderas y los suelos de esta fértil tierra.

 

 

Y los pueblos de Anaga!! Sin darse uno cuenta se ha metido en Afur. Benito, un labrador septuagenario explica los pesares que la gente de estas tierras ha tenido que sufrir a lo largo de los años: décadas sin carreteras, sin caminos, echándose a la espalda sacos llenos de patatas, de batatas, de aguacates para venderlos en el pueblo vecino de Taganana, para conseguir unas paupérrimas ventas que oxigenaran la escasa economía familiar. Hoy Benito sigue adiestrando al perro presa canario. Amigo fiel del hombre. Tiene siete, aunque llegó a tener once en otros tiempos. Dice que un perro bien educado es capaz de llevar un trozo de pan en su boca a un vecino. Me lo creo cuando veo cómo le obedece su particular jauría.

 Benito nos muestra con orgullo sus bubangos y nos invita a un buen vaso de vino que él mismo ha fabricado.

  

Y seguimos caminando. Debido a que las nubes están bajas esta mañana, apenas puede contemplarse la inmensidad del paisaje de Anaga. Dejamos atrás Afur, el monte se escarpa y el olor a sal marina cada vez es más intenso. Uno casi intuye que al fondo, tras el siguiente collado, por fin podrá encontrarse con el mar.

 

 El paseo es productivo. Un alto en el camino, un trozo de queso de cabra semicurado de Fuerteventura, una mandarina y un cigarro sirven para reponer fuerzas antes de encarar la parte final hasta el pueblo vecino de Taganana. Dice Sabina en una de sus canciones que “tras las montañas estaba el mar…” pues eso.

  

El objetivo era coger la guagua en Taganana a las 18:30 horas, pero la perdimos por unos minutitos. Así que no quedó más remedio que echar un vistazo al pueblo, terminar los víveres que aún quedaban en nuesta mochila y saborear los caldos locales. Un vino clarete casero en la “Casa de picar” sirvió para entonar al cuerpo, cansado y pleno. El dueño, un tal Miguel, nos “obligó” a probar la carne de cabra, que está deliciosa. Le (nos) prometimos volver. Y volveremos.

Un poeta y escultor local, Fernando García Ramos, dejó escrito en forma de versos sus suspiros por las tierras de Anaga. Lo título Anaga Senderos de Poesía. El número XII dice así:

 

Es Taganana el telar

Donde la voz del isleño

Viene a tejer un ensueño,

Viene a vivir el cantar

 

Es Taganana el lagar

Donde el aire es ambrosía

Solamente a la folía

No ha conseguido embriagar.

 

Sobre los riscos bravíos

Canta el sol en la alborada

Y una isa entrelazada

Baila con los caseríos.

 

Del confín a las orillas

Juega el mar al escondite

De Tachero a Tamadite,

Ocultando maravillas.

 

El sentimiento naufraga

En el paisaje grandioso.

No tiene paz ni reposo

Ante los Roques de Anaga.

 

 

 

El roque de los dos hermanos

El roque de los dos hermanos

Cuenta una leyenda que un risco del Parque Rural de Anaga, en el norte de Tenerife, gimió de dolor la noche que dos hermanos (guanches) se tiraron al vacío para suicidarse. Los jóvenes, ella y él, estaban enamorados y, ante la prohibición de su amor, subieron a lo alto y se lanzaron al vacío. Nunca pudieron unirse los dos amantes. Y el risco, entonces, se desgarró en un quejido seco y quedó partido en dos trozos casi gemelos.  Desde entonces, se conoce como “el Roque de los Dos Hermanos”.

Desde lo alto del camino que une la cruz del Carmen con la Punta del Hidalgo, en el noreste de la isla, el caminante puede observar la majestuosa imagen del “risco triste” y meditar sobre la verdad que toda leyenda esconde. Al fondo, aparece un atlántico intenso y conciliador, sereno en su inmensidad.

A través de los caminos de roca volcánica, el caminante descubrirá la laurisilva canaria, que según los entendidos se trata de un bosque subtropical caducifolio. La temperatura media anual se mueve entre quince y diecinueve grados. Parece ser que los bosques de laurisilva antes se daban en toda la franja mediterránea (hace veinte millones de años) pero hoy día sólo se conservan, a modo de valiosas reliquias, en los archipiélagos de Azores, Madeira y las propias Canarias. También queda un pequeño reducto en el parque natural de los Alcornocales (Andalucía).

En medio de bosques y amantes despeñados, al caminante (obviamente) se le abre el apetito. Pues un escaldón de gofio a mitad de camino es lo que el cuerpo pide. Sobre el gofio ya hablaré otro día, que da para un rato. Aviso del pueblo canario: quien venga a Anaga y no pruebe su escaldón se está perdiendo su esencia, como una paella sin azafrán, vamos.

Al final del camino, en la Punta del Hidalgo, las piscinas naturales aguardan al caminante. Uno sólo tiene que sumergirse en esa agua salada pero dulce, porque el risco de los dos hermanos queda atrás, omnipresente.

Guía de senderismo y naturaleza de la provincia de Valladolid

Guía de senderismo y naturaleza de la provincia de Valladolid

Hola a todos.

El pasado viernes la diputación de Valladolid presentó la nueva "guía de senderismo y naturaleza"

http://www.diputaciondevalladolid.es/turismo/ficheros/guia_senderismo.zip

(Programa que no es necesario instalar, sólo descomprimir y ejecutar el archivo guia_senderismo.exe)

El norte de castilla no la presenta así:

Esta guía pretende ser un apoyo para todas aquellas personas que quieran disfrutar de la naturaleza en la provincia de Valladolid, pudiendo confeccionar su propio mapa de ruta a través de los más de 150 recorridos que ofrece, descubriendo: miradores; campiñas y humedales; encinares y pinares; valles y páramos; observando aves, tales como la majestuosa avutarda o construcciones como palomares, chozos, fuentes...  Infinidad de posibilidades para expertos y aficionados al senderismo y la naturaleza. 

 

El Teleno

El Teleno

Montaña espectadora y expectante. Montaña acechante y retadora, montaña cargada de rabia y de belleza. Desgarradora montaña que destroza piernas y acota sueños. Montaña cargada de trampas y agujeros, siempre fuerte, nunca insípida. Torbellino de primavera y cortante invierno. La montaña es esa mujer que siempre amaste y nunca te terminó de amar. O esa otra que, detrás del siguiente collado, te sigue esperando. En una montaña cabe el mundo. Sacrificio en cada paso. Miedo al colgar tus pies entre una roca destemplada. Agua rica y sin colorantes, que mana de sus entrañas y te ofrece vida a cambio de aliento. Un paraíso escabroso y ganchudo. Un anzuelo cortante que cuando te engancha no te deja soltarte. Presumida montaña la que te mira cuando aún no has empezado a subir y mantiene orgullosa su esbeltez cuando la bajaste. La misma que te abre una ventana a otro mundo distinto que sólo puedes contemplar desde su cumbre. Ese embriagador viento que se desvela mientras acaricias sus laderas y te agarras al brezo para no descollarte entre la dura tierra.

Tentadora y cruel, negra y verde. Capaz de proporcionarte euforia y desesperación en un mismo instante. Lugar incomparable para descubrir la esencia humana. El egoísta y el miedoso, el osado y el cobarde, valentía temerosa y mochilas cada vez más pesadas. Recodo de soledad y de compañerismo. Cuando alguien te dice justo las palabras que necesitas escuchar para seguir ascendiendo. Cuando eres tú quien debe decirlas en el preciso momento en que el compañero lo necesita. Una montaña muestra entre sus laderas los secretos que a veces se insinúan en la ciudad.

El teleno está en la maragatería, comarca de paredes de pizarra y estepas repletas de encina. Lo que antes fue un coloso virgen hoy sirve de campo de tiro para que el ejército español realice prácticas. El teleno está achicharrado por el fuego. Ya sólo crecen brezos por sus laderas. Brezos y arándanos. Eso dicen los más viejos. El ministerio de Defensa español compró sus terrenos allá por los años ochenta y privó a los maragatos de explotar la montaña del teleno para montañeros y paseantes. No hay una sola señal para ascender a su cumbre. Sólo cortafuegos y restos de proyectiles por su suelo pedregoso. Pese a todo, el teleno  sigue manteniendo la belleza que siempre ostentó. Basta con atacar su cima para comprobarlo.

VITIMONTAÑISMO. Subida a los Siete Picos.

VITIMONTAÑISMO. Subida a los Siete Picos.

Arranca  la mañana con esbozos de resaca pasajera. Un zumo de naranja corto y media pastilla de termalgín. La trago mecánicamente, sin protocolo.  Me dispongo a abrir la ventana de mi in-habitación y corro hacia el baño: un chorro de agua fresquito me explota en la cara. En la mochila sólo introduzco el palestino invernal, la cazadora con capucha, mi chubasquero, un litro de agua, salami al vacío y unas gafas de sol descoloridas. El aire fresco se apodera de las aristas de mi cuartucho y me largo silbando hasta llegar al Cercanías de Renfe. Destino primero: Atocha.

 

M y L llegan una hora más tarde de lo acordado, ya casi ni me acuerdo de la resaca. Del mal el menos: me he encontrado el suplemento dominical sobre economía del diario El País. He leído que Solbes fue un gran ministro, alguien dice que de no ser por él, España sería un agujero todavía más profundo de lo que ya es. Ummm. El periódico repasa sus primeros éxitos con el gobierno de González y sus innegables aciertos en los años de bonanza de Zapatero. Estoy ensimismado con la capacidad del ministro cesado. Y yo pensando en irme al monte.

Cuando aparecen mis amigos nos disponemos a continuar la espera, ahora en común, para el siguiente tren. Destino segundo: Cercedilla.

Y de Cercedilla al cielo. ¿Hay algo más evocador que un paisaje a través de la ventanilla del tren? En vista panorámica se disponían, retadores, los Siete Picos de la Sierra de Madrid, justo enmarcando la línea de entrada del puerto de Pijiesqui de Navacerrada.

Ya en el comienzo de la ascensión, todavía en asfalto, los pinos albares poblaban la ladera de arriba abajo en una procesión inagotable de figuras esbeltas y altaneras.

Debido a mi equipación deprimente (mis últimas botas de montaña se terminaron de reventar clavando estacas entre el raso castellano) me mojé los pies desde el mismo momento en que comenzamos a pisar nieve. Y así fue durante casi cinco horas. Un bocadillo de salami en lo alto de un pico, cualquiera que éste sea, siempre es más delicioso que cualquier crema de roquefort con almendras arrugadas y amargas, por muy exquisitos que se pongan nuestros estupendos gourmets.

Las figuras de las rocas en lo alto parecían construcciones megalíticas, fortalezas medievales, inexpugnables murallas defensivas. El blanco níveo casi te dolía cuando te quitabas las gafas de sol para clavar los ojos en el horizonte.

El cielo estaba limpio, a ratos, y el viento, que en los collados siempre sopla viril, arrullaba a las nubes corretonas que te soltaban agua o granizo sin contemplaciones. Eso o desaparecían mostrando un azul casi virginal en lo alto. Unos buitres negros dibujaban garabatos en el vacío y se reían de los pasos torpes del montañero entre la nieve.

Cumbres y panorámicas. Desde arriba observas pueblos, lomas y pantanos con la misma facilidad con la que pasas las páginas de un álbum de fotos viejas.

El descenso. Cuantas cosas dirían, si se las prestara voz, las rodillas sobre las malditas bajadas de una montaña. La nieve eterna dificulta la seguridad en tus propias piernas. El pino sigue acompañando. Ya no es esbelto y altivo, ahora se muestra robusto, casi marcial en lo alto de la loma. ¡Que árbol este!, capaz de conquistar los suelos más pedregosos, los más hostiles y empedrados. Y de adaptarse al medio mudando sus formas tantas veces como fuera menester.

Siempre que desciendes por una montaña algo queda de ti en las huellas que abandonas, en la cumbre que culminaste, en las lomas que te hicieron detenerte para recuperar algo de hálito errante.

Y al tornar a la ciudad, en medio del crepúsculo, justo cuando has vuelto a montar al tren y echas un último vistazo atrás, los Siete Picos se muestran tan arrogantes como los habías encontrado por la mañana, y tú estás tan fatigado y tan estúpidamente feliz que ni siquiera te da tiempo a meditar sobre ello. El vino en el bar del pueblo, peleón, sabe tan rico como el mejor de los Riberas. Salud!

 

Todo sea por el vitimontañismo.

EL SENDERO VERDE DEL ESGUEVA.

EL SENDERO VERDE DEL ESGUEVA.
La Diputación de Valladolid ha aprobado el proyecto de las obras de ampliación del Sendero Verde del Valle de Esgueva, que actualmente transcurre entre la capital vallisoletana y el municipio de Villarmentero de Esgueva, con un nuevo tramo que llegará hasta Villanueva de los Infantes (5,7 kilómetros más). El proyecto de obras contempla un presupuesto de 550.000 euros para continuar esta vía verde que discurre paralela al río Esgueva y a la carretera VA-100, y muy próxima al casco urbano de los municipios que recorre: Valladolid, Renedo de Esgueva, Castronuevo de Esgueva, Villarmentero de Esgueva (primera fase), Olmos de Esgueva y Villanueva de los Infantes (segunda fase). De esta forma el sendero se ampliará de los 13,7 kilómetros actuales hasta los 19. Está previsto que las obras den comienzo en unos meses, previsiblemente el próximo verano, según informa la Institución provincial.
Este nuevo proyecto da continuidad al Plan de Ordenación y Promoción de los Recursos Turísticos y Medioambientales en el Valle de Esgueva, para el que la Diputación, su entidad promotora, ha destinado ya en una primera fase un presupuesto de 2,6 millones de euros, invertidos en la creación del Centro de Interpretación en Renedo; la consolidación el Sendero Verde desde Valladolid hasta Villarmentero de Esgueva, pasando también por Renedo y Castronuevo, en un tramo de 13,3 kilómetros; la señalización; la creación de áreas estanciales, y la rehabilitación del castillo de Villafuerte de Esgueva como espacio turístico-cultural.
Nuevo tramo
El trazado de la ampliación de la vía verde se adapta al recorrido existente por la margen izquierda del río. Hay que resolver la continuidad del sendero salvando mediante obra de fábrica los obstáculos que suponen el cruce de dos arroyos: uno, en las inmediaciones de Olmos de Esgueva; y el segundo en el punto kilométrico 13,418, entre Olmos y Villanueva de los Infantes, un pequeño arroyo seco en verano pero con cauce profundo. Para seguridad de los senderistas se proyecta en ambas obras unas vallas o barandillas de tipo rústico, de madera. A continuación se procederá a un desbroce y limpieza de la superficie de coronación de toda la bancada en el tramo proyectado, y a extender y compactar una capa de zahorra natural, con un espesor de 30 cm y en el ancho de 3,20 metros.
También se plantarán dos tipos de árboles adecuados al entorno: chopo lombardo y álamos

Rutas verdes por Paco Nadal. Y El Camino del Rey.

He descubierto este blog de Paco Nadal, un culo de mal asiento. Habla de las vías verdes que a él más le interesan. Particularmente la de Asturias me parece bastante atractiva. Además su blog está dedicado por entero a viajes, creo que es interesante.

El vídeo que os paso no es de Paco, dudo que lo hiciera él. ¿Alguien en vitibici está dispuesto a realizar "El camino del Rey"?

http://lacomunidad.elpais.com/paco-nadal/2008/12/20/mis-vias-verdes-favoritas