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vitibici. EL VITIBLOG

A LAS PUERTAS DEL CIELO

Se arrastró contra la pared e intentó palpar en aquella oscuridad. Las arrugas de su mano se tropezaban conntra la pared de gotelé. No tenía todavía ni la más remota idea de lo que estaba haciendo, sólo sabía que había tomado demasiado anoche y que aquella no era su casa. Lo supo cuando intentó abrir la primera de las puertas de aquel aposento lúgrube; el pomo era distinto, muy caliente, y además estaba cerrada a cal y canto. Esa y todas las puertas que intentó abrir. En vano. Ni puertas abiertas ni luz. En lugar de ventanas había un ciego tragaluz en lo alto. Pero era de noche otra vez.

A veces, cuando tomaba demasiado, los recuerdos le llegaban en ráfagas, y entonces le dolían, como cuando una muela te atraviesa las neuronas y el dolor cabalga veloz hacia el último intersticio del cerebro. De una amnesia incómoda (por lo incierta) a una realidad seca y cruel que le juzgaba por los exabruptos de la noche. Pero nada. Ni recuerdos ni dolor. Sólo paredes blancas -intuyó- y rugosas, con puertas que no se abrían.

Estaré en el purgatorio, se dijo entonces. Una de estas puertas será la que me lleve hasta la llave de San Pablo. Me dijeron que los vivos deben rezar por el alma de los pecadores para que las puertas se abran antes. Pero yo no me lo creía, nunca tomé en serio esas zarandajas de que los de la tierra velan por el alma eterna de los muertos.

- Además ¿estaré muerto? Muerto estaría si no fuera capaz de preguntarme por la puerta que me lleve hasta el otro lado, o hasta otro lugar al menos.

Miró por el resquicio de la puerta buscando una luz salvadora, un atisbo de algo que le sacara de allí. Quería moverse, escapar, coño!!

- ¿Acaso tú nunca te quisiste marchar de allí?

-¿Yo? Que va, tronco. Yo paso.

 

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