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vitibici. EL VITIBLOG

La isla encharcada

Los meteorólogos lo venían previendo desde el pasado viernes: una fuerte borrasca ocupará el archipiélago canario desde el domingo por la noche hasta el próximo martes. Ayer por la tarde lloviznaba, pero nada hacía presagiar el torrente de agua que a lo largo de todo el día está azotando a Tenerife. La calle Pasteur (mi calle), en Barrio Nuevo, parece un río de corrientes bravas. Las aguas se han hecho dueñas de la ciudad y no se atisban transeúntes, ni siquiera curiosos, contemplando la magnificencia del torrente salvaje que está inundando la Laguna. Varias calles están cortadas debido al encharcamiento de su piso, sólo la policía se encarga de mantener el orden ante este desconcierto. Los pocos coches que transitan por la carretera general circulan con una marcha acelerada y torpe. Algún periodista, cámara en mano, graba las imágenes de una ciudad colapsada por las lluvias. Las gotas repican sin cesar y, cuando parece que escampa, comienzan a caer con más fuerza y rabia que antes. La calle por la que desemboca Pasteur se ha convertido en un sumidero en el que el agua ya alcanza más de veinte centímetros de profundidad. Las pequeñas huertas se ahogan ante semejante caudal y vierten el excedente en unas cascadas improvisadas y bravas que cada vez son más turbulentas. Cataratas de agua turbia bajan deprisa por las calles de la carretera general salpicando feroces entre los bolardos que separan a transeúntes de vehículos motorizados. El tranvía ha cesado su actividad, se encuentra dormido en la parada de “museo de la ciencia” esperando órdenes que no llegan.

Los colegios han ordenado cerrar sus puertas esta mañana, lo mismo en la universidad. Hace escasas horas recibí un meil de mi profesor de filosofía política señalando que se suspendía el examen que a estas horas tenía que estar realizando.

El barranco de camino al campus de guajara, normalmente seco como la tierra del desierto, se mostraba ahora en toda su plenitud, a modo de río naciente y viril. Todas las aguas que bajan del casco viejo de la Laguna buscan desembarco entre las calles escarpadas de los barrios periféricos, como éste. El sonido del agua creciente se torna cada vez más estruendoso y hasta las ratas buscan oxígeno que les mantenga vivas. Una de ellas, exhausta y casi ahogada, respiraba bocanadas de aire justo en la puerta de mi casa. Y si las ratas piden aire es porque el agua no entiende de guaridas. Si la lluvia sigue cayendo a este ritmo, la capacidad de desagüe de las calles puede verse peligrada. Y peor tiene que ser lo que esté sucediendo en Santa Cruz de Tenerife, ubicado en la parte baja y recibidor de las aguas que rápidas buscan sumidero.

Sigue lloviendo en la Laguna. La cámara de fotos dejó de funcionarme, el agua se coló en sus hendiduras. Ahora descansa junto a una estufa eléctrica mientras espero que reviva.

La rata que buscaba aire ha caído, panza arriba, en la acera de mi casa. Pues sí. Esto también es Canarias. Y no quiero imaginar lo que un desastre real, uno de esos que hace que el agua se cuele por los corredores de las casas y comience a subir de nivel puede provocar en lugares sin defensa. Una tormenta, fuerte pero controlada, se abate sobre el archipiélago. Pero la policía toma las calles y la gente permanece abrigada al calor de estufas eléctricas. Esto es Europa y las calamidades se marcharon hace tiempo, pese a que cuando uno contempla la riada de sus veredas y pisa en torrentes de agua fuerte que le hacen tambalearse llegue a sentir un atisbo de miedo corriendo por la espalda.

1 comentario

Eliecer -

Pues al parecer estuvieron cayendo unas gotas. Qué pena no saber hacer surf, porque era la oportunidad de reclamar el "surf urbano" como deporte tradicional canario.