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Literatura

La Libertad según Castaneda

La Libertad según Castaneda

 

Hablar de Carlos Castaneda es jugársela. Y es que son muchos los puristas que detestan a este fulano. Dicen que era un falso, los unos. Afirman que era un tarado, los otros. Y los peores son aquellos que le consideran una especie de dios, un ente sobrehumano capaz de desligar su personalidad y su persona en diferentes momentos espacio-temporales.

Leer a Castaneda no es un ejercicio evolutivo que te convertirá en una persona diferente de la que comenzó la lectura. Al contrario. Castaneda no pretende conmoverte ni convencerte de algo que ni siquiera él mismo podría asegurar. Castaneda vive. Así, con mayúsculas. Se despereza del miedo a lo desconocido que todo ser humano lleva consigo (y aquí no caben distinciones culturales) y se embarca en una aventura radicalmente diferente a lo que la universidad, occidente y la antropología dogmática le ponía sobre la mesa. Cuando el personaje central de su obra, Don Juan, descubre en el joven aprendiz de antropólogo al elegido para entregar todo el conocimiento que el brujo yaqui atesora, Castaneda lo que siente, básicamente, es miedo. Aquí radica el primero y el más importante de los conocimientos que la obra del misterioso antropólogo nos enseña. El miedo a ser libre, a conocer algo desde otro prisma, sin el enfoque de lo políticamente correcto, fuera de las leyes, de los dogmas que su (nuestra) civilización le ofrecía. (En este punto resulta interesante la lectura de "El miedo a la libertad", de Erich Fromm).

Dijo Octavio Paz que Castaneda consiguió alcanzar en “las enseñanzas de Don Juan” la categoría de poeta, por esa forma de escribir que mantiene al lector con el culo pegado al asiento. Pero eso, aún siendo un maravilloso halago, es nadar, bajo mi humilde opinión, por la orilla de la piscina. Lo que Don Juan Matus ofrece al joven escritor es una nueva forma de vida. No será mejor ni peor, será distinta. Y, además, necesitará de la ayuda de alcaloides, hongos y daturas para alcanzar la nueva dimensión. Mescalito (peyote), la yerba del diablo (datura inoxia o toloache) y el humito (psilocybe mexicana) se convertirán en diferentes personajes de la obra. El advenedizo aprenderá a vivir, a convivir con ellos.

Lo que los dogmáticos no perdonan a Carlos Castaneda es su definitiva determinación por vivir. Y cuando digo vivir me refiero a tener la libertad, la capacidad y los arrestos suficientes como para mirar al mundo desde unos ojos que no son los tuyos, o que no sabías que lo eran. Y a estas alturas de la película, cuando cada uno tome lugar en la trinchera que decida vivir,  qué quieren que les diga. Mejor que te ataquen a que te ignoren, mejor que te envidien a que te enjabonen, mejor Castaneda que sus detractores.

 

Lo que quieren

Aquí va un nuevo poema de mi amigo Julien Higgins. Gracias por tu entusiasmo Jul!!

Quiero una casa adosada, estilo, una mujer sumisa y una vida ordenada.
No sé lo que quiero pero en realidad no me importa.
Quiero un libro que me convierta en best seller.
Quiero una esposa que me ame para siempre.
Quiero un perro dócil, una especie de adorno quieto para el hogar.
Quiero una alfombra persa.
Quiero una caravana, un pitillo y muchos horizontes.
Quiero que nadie me de ordenes.
Quiero una mujer que sepa cocinar y agradar a todos en público.
Quiero lo que quiere todo el mundo.
Quiero una prenda de vestir tersa.
Quiero mi soledad.
Quiero una playa desierta y un viento fresco. Empezar desde cero.
Quiero lo que quieres.
Quiero que me obedezcas. Por eso me casé contigo.
Quiero, tío, una choza junto a un pozo en un baldío. Nada de agua corriente.
Quiero una barra donde puedo filosofar todas las noches.
Quiero la emoción de una vida dramatizada. La mía.
¡Quiero que arranque este maldito coche!
Quiero una cabra en mi jardín que nunca deja de pastar.
Quiero sentir una criatura moviéndose en mi vientre.
Quiero trabajo y más trabajo.
Quiero leer todos los libros del mundo para volverme más sabio.
Quiero que los alarmas de los coches y los semáforos dejen de sonar.
Quiero dominar a mi personal.
Quiero una desnuda amante melenuda para adornar sus orejas de cerezas.
Quiero que dejes de gritarme. ¡Joder! ¿Es que no puedes hablar?
Quiero que me escuches. ¿Es que no sabes escuchar?
Quiero ser el hombre más amable aunque todos me eviten.
Quiero recorrer el planeta.
Quiero probar la mejor de las cervezas.
Quiero una chica a quien le guste gritar igual que yo.
Quiero dejar este trabajo. ¡No soporto a un jefe que es un tirano!
Quiero algo pero no sé lo que es.
Quiero tres hijos, elctrodomésticos, los mejores muebles de la tienda.
Quiero algo para este cabello. Laca.
Quiero, cirujano, que me tranformes en algo diferente.
Quiero mirar a los niños desde este banco y estos ojos ancianos.
Quiero contarte lo mucho que te quiero.
Quiero privar a mi empresa de mucho dinero y sin que nadie lo sepa.
Quiero, cariño, algo para esta resaca...

UNA NOCHE DE VERANO

Ahí os voy a colgar un nuevo poema del entusiasta de Julien Higgins, poeta muy prolijo y muy vital. Me dice que sólo pretende conseguir levantar una percepción, un simple aroma a sal fresca de media noche en una playa cualquiera. Y lo logra. Ahora que nos entra el verano a pecho descubierto y que algunos lo viviremos lejos de la mar.


El clima era tal
que daba gusto estar vivo.
Hacía calor y sin embargo
soplaban una rafágas frescas de viento.

Yo, cómodamente sentado
en la arena miraba
hacia la sucesión fantasmal
de olas de espuma.

 

SE FUE EL POETA

SE FUE EL POETA

Se fue el poeta. Se fue.

Y con él marchó la brisa suave que nos golpea entre la arena de las noches de verano.

Se fue el poeta. Que importa cuándo. Sólo se fue.

Nos deja su palabra tersa y suave, sus versos de entusiasmo juvenil mascullados bajo un mostacho blanco, profundo.

Se fue el poeta. Y lo hizo, no podía ser de otra manera, sin querer salvarse.

 

Descubrir a Benedetti es como volar junto a un amor frugal. Como un romance nocturno que se posará en el imaginario que construimos a base de sentimientos inventados.

Eso es lo que nos queda. Cómo intuyó ese hombre bajito y con aspecto de marinero solitario que, muchos años después de su muerte, algún jovencito con buen oído y mejor gusto recitaría sus tácticas a una muchacha primaveral. Los poemas que otros encontraron en Neruda ahora tendrán que ser compartidos con los de Mario Benedetti. Se lo mereció.

Entonces ¿Se fue? No mientras nos sigan conmoviendo las palabras que se cagaban en los pitucos. No mientras seamos capaces de robarle un minuto al tiempo y leer un verso en la oficina. No mientras queden lados oscuros en el corazón y, de pronto, alguien descubra de nuevo la frescura del poeta uruguayo.

Nos dijo Machado en su Retrato: “y al cabo nada os debo, debéisme cuanto he escrito” Eso mismo le debemos a Mario Benedetti todos los que, como él, seguimos luchando por no llegar a salvarnos nunca.

SOBRE AJEDREZ Y SOBRE VIDA

SOBRE AJEDREZ Y SOBRE VIDA

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino.
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,

no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.


También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero

de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste la pieza.
¨Qué Dios detrás de Dios, la trama empieza
de polvo y tiempo y sueños y agonías?

 

Borges.

He recogido este poema y la foto en el interesante blog sobre ajedrez que pongo a continuación:

http://deludoscachorum.blogspot.com

Larra hoy

Larra hoy

Los jóvenes estamos particularmente bien situados para imaginar, sin esfuerzo, la realidad que conoció Larra. Así lo escribió Juan Goytisolo en 1961. Y estoy, en esencia, de acuerdo con las palabras del escritor.

 

Leyendo los artículos que Larra dibuja, los artículos de gentes y sociedad -los costumbristas puramente-, uno redescubre su propio tiempo. No se trata sólo de adentrarse en aquel Madrid casi provinciano del primer tercio del XIX, sino, más bien, de profundizar en los personajes y los convenios sociales que aquella España contenía. Larra, más que irónico, es un genio de la sátira: las conversaciones de café donde todos opinan pero pocos realmente saben, el espíritu perezoso del español o sus críticas hacia una sociedad en decadencia, todo ello se refleja en palabras llenas de dobles sentidos y mordacidad. Larra es un revolucionario que pretende cambiar el mundo en el que vive a través de sus palabras. ¿Qué joven no podría estar de acuerdo con este planteamiento? Eso es lo que convierte a los artículos de Larra en imperecederos, su lúcida visión hace que sintamos ese relato (costumbrista finalmente) como algo cercano y tangible. Esa es la diferencia con sus contemporáneos. Leemos a Mesonero y necesitamos trasladarnos al Siglo XIX para contextualizar sus pensamientos. Leemos a Larra y estamos dibujando al vecino, al funcionario, al aprendiz de intelectual que nos vende humo y al político mediocre, pero lo enfocamos bajo el prisma de nuestra sociedad. Ahí reside su grandeza.

Y por eso quiero volver a las palabras de Goytisolo, porque quizá el espíritu eternamente joven de Larra sea el que nos enganchó. Eso y su innegable lucidez, su mirada aguda y su pluma cortante.

Y resulta paradójico. Mientras el dolor que Larra sufre por su atormentada lucidez y por esa España en ruinas lo maneja a través de una sátira incontestable, será en sus dos últimos artículos cuando nos los transmite ya sin ninguna máscara  (El Día de difuntos 1836 y La Nochebuena de 1836). En esos dos relatos Larra ha llegado a la conclusión de que sus palabras son papel manchado, que nada puede cambiar gracias a sus escritos, algo así le recrimina la voz de su criado, que es la voz de la Verdad sin remilgos. Y será gracias a estos artículos, los más sinceros que Larra escribió, cuando nos asomamos a la angustia vital del escritor. El abismo al que se enfrenta cuando se reconoce intrascendente.

La paradoja reside en el hecho de que la trascendencia de su palabra fue la única que traspasó su barrera histórica, la de esas primeras décadas del S.XIX, para posarse suavemente sobre todos los jóvenes de espíritu rebelde que seguimos buscando.

JUEGOS DE PUEBLO. Un cuento de María.

JUEGOS DE PUEBLO. Un cuento de María.

Tuve la suerte de conocer a María y Manolo hace unos años. Les conocí caminando, que es una de las mejores formas de conocer a la gente.

El Camino de Santiago en su ramal del Norte, desde Ribadeo hasta Compostela, ruta preciosa aunque muy mal señalizada. En una de esas jornadas les encontré, charlamos y compartimos algunas risas mientras nuestros pies sufrían.

Andando el tiempo me enteré que María escribe, y que lo hace muy bien además. Ha tenido la delicadeza de prestarme uno de sus cuentos para colgarlo en vitibici. Y como escribe entrañable y bonito, pues seguro que os gustará. Espero que así sea, así podemos pedirla más cuentos. 

 

JUEGOS DE PUEBLO

Como aquel puñetero juego donde una marea humana de niños se agarraba de las manos y todos a una, al paso de una solitaria niña cantaban—a cortar la calle, que no pase nadie— y efectivamente cortaban la calle de lado a lado, riéndose y martirizando a la pobre victima que no sabía donde meterse, alguna vez conseguí zafarme del cordel  escapando por debajo de sus manos enlazadas unas a otras como si fuesen eslabones de una cadena…cuando veías a un grupo medianamente numeroso, lo mejor era optar por dar media vuelta y buscar otra alternativa al camino que llevabas.

Los niños tenían juegos mas brutos (al menos en mi infancia) de todas formas, muchísimas veces compartíamos en buena armonía algunos, como”guardias y ladrones”, donde un par de capitanes elegían dos grupos y recreábamos por todo el  pueblo persecuciones que podían prolongarse en algunos casos durante varias horas, en vacaciones, si tocaba jugar a este invento se nos podía hacer fácilmente de noche.

De cualquier manera había una especie de segregación de sexos, la cosa iba por temporadas pero, la mayor parte del tiempo la división era evidente, la culpa la tenía el tirachinas y sus objetivos, que lógicamente no eran los nuestros… a nuestros ojos ellos eran bruscos, toscos…les divertía perseguir animalitos indefensos, buscaban lagartijas para cortarles el rabo y ver como  después de ser seccionado del cuerpo seguía retorciéndose misteriosamente, meaban en las grilleras para hacer salir a sus habitantes, lanzaban con el tirachinas a cualquier cosa que se moviese…¡no eran nada divertidos, no sabían pasarlo bien!, nos rompían el corro de la patata,  rara vez accedían a jugar con nosotras a este juego y cuando lo hacían eran incapaces de coordinar la rueda, se torcían, corrían mas de la cuenta y al final nos destrozaban la diversión, si jugábamos a la comba nos interrumpían constantemente solo por fastidiar…eran un rollo, encontraban divertido asustar a gatos y perros o perseguir  a  niñas con algún reptil en las manos, me temo que estas maneras eran comunes en el sexo opuesto en todas partes porque, aquí en Badajoz,  mi amigo Manolillo reproducía las mismas aficiones.

Una noche de verano, entre jarra y jarra de cerveza nos contó que en su infancia (que fue en la misma época que la mía) jugaban por los alrededores del Perpetuo Socorro con los restos de medicinas que tiraban del hospital de cualquier manera (eran otros tiempos, se ve que el Ministerio del Medio Ambiente aún andaba en pañales) y hacían pruebas de medicina también con las pobres lagartijas, les inyectaban los restos que quedaban en las jeringuillas para ver cuanto tardaban en morir o para ver si sobrevivían, o para ver que reacción tenían…ellos eran así en cualquier parte…tenían fijación con los animalillos, buscaban ranas para luego soltarlas en sitios inverosímiles para las pobres criaturas, en una calle donde jugábamos un montón de niñas o, en un paseo donde la gente descansaba placidamente…solo por el placer de ver correr o gritar a las victimas ante lo inesperado de la situación…

Recuerdo un día que los niños de mi calle estaban arremolinados en torno a algo que yo no podía ver desde donde estaba, así que despacito y como quien no quiere la cosa me acerque con cautela y disimulo para ver que era aquello que tanta expectación despertaba en los bárbaros…los jodidos pequeños forajidos habían capturado un lagarto enorme y le habían puesto una correa como si fuese un perrito faldero, no pude ver mas porque al percatarme de lo que sucedía corrí calle arriba como alma que lleva el diablo a la seguridad de mi casa, no les di tiempo a que reaccionasen de manera malvada y aunque lo hubiesen hecho, con total seguridad que yo hubiese sido mas veloz que cualquiera de ellos ¡ cuestión de miedos!…y así, entre peleas de amigas, enfrentamientos con el sexo opuesto, juegos compartidos en perfecta armonía… trascurrían los días de veranos en la tranquila quietud cotidiana de mi pueblo…pero si aún me queda por contar….

LAS PERSONAS CURVAS

Hace años supe de la existencia de Jesús Lizano. La culpa la tuvo el programa "Negro sobre Blanco" que se emitía en la 2 y cuyo director era  Sánchez Dragó; a ese programa, que hablaba sobre literatura básicamente, acudieron personajes diversos, desde Sabina hasta Aznar, para que todos pudiéramos sentirnos ofendidos. Dragó es un polemista, su programa me gustaba, y mucho.

Entonces, una noche escuché a alguien con aspecto de Valle Inclán recitar algo así como que a él le gustan las personas curvas.

Y a mí también.