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Simplemente mi playa

Simplemente mi playa

Si hay una página en la que una persona como yo debería tener vetado escribir es ésta, ya que no sé montar en bicicleta y no puedo beber alcohol (aunque el vino es mucho más que eso). Pero me voy a convertir en un "okupa" de estas líneas para hablar de mi playa, la Playa de las Alcaravaneras.

Mi playa es el lugar donde me crié, el sitio de donde mi madre tenía que sacarme tirándome de las orejas para que hiciera mis tareas.

En mi playa ahora hay contaminación porque el puerto de mi ciudad ha crecido tanto que la ha acabado asfixiando con la grasa de los barcos. El agua de mi playa brilla por las noches, y no porque la luna se refleje para acicalarse, sino porque su imagen queda distorsionada por la suciedad como si se mirara en un espejo con el cristal a punto de hacerse añicos.

A mi playa vamos los de siempre, porque aunque sea mi playa la comparto con muchísima gente a la que también le pertenece. Porque mi playa siempre recibe a sus visitantes como si los conociera de toda la vida, porque no hay cosa que le guste más que engañarme con cualquiera.

Mi playa es urbana, y se ha acostumbrado a vivir junto al tráfico de las mañanas riéndose de las prisas, porque como todos saben, las playas nunca tienen prisa.

Mi playa guarda mis huellas en su arena, guarda mi primer beso, guarda millones de sonrisas y cientos de lágrimas. Mi playa guarda mis paseos de horas de un extremo a otro acabados en un puñetazo al océano. Porque mi playa sabe que al agua yo no le duelo, porque me ha visto crecer y vivir, y porque aunque nada le apasione más que ponerme los cuernos con cualquiera, sabe perfectamente que no hay mayor placer para mí que sentirla bajo mis pies.

Yo no quiero a mi playa, la amo. Y cuando hablo con ella me responde con el sonido del mar entremezclado con algún claxón molesto y con el grito de los coches cuyos dueños se mueren de envidia al mirarla porque saben que es MI PLAYA.

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